viernes, 16 de marzo de 2012

Revelaciones y silencios en el Purple Onion (10 - 08 - 2011)

Hoy ha sido una noche especial. No puedo resumirlo en unas líneas.
 
Hoy he vuelto al “Purple Onion” en San Francisco.
 
“Ayer pensé que esto no podía empeorar, pero si que puede”
 
Así más o menos he empezado el monólogo esta noche. Porque ayer, como podréis comprobar si habéis visto el video no había mucha gente, pero hoy…
 
Tanto ayer como hoy el show era para los alumnos de la escuela a la que me he apuntado, el Comedy College de San Francisco. La mayoría han empezado hace unos meses, otros más, eso da igual. El caso es que ambas noches el número de cómicos rondaba los quince, chispa más o menos. Cada uno con sus cinco minutos de rigor y creedme: cinco. A los cuatro minutos una linterna te apunta a la cara para recordarte que te queda un minuto. Así se las gastan. (Así se las gastan en Kansas. Aquí hacen te señas con un I phone)
 
El caso es que ayer bromeábamos diciendo que casi habían más cómicos que público, lo que sumaría unas trentaypocas personas. Lo cual, aun siendo un número pobre incluso para una sala pequeña, no estaba mal.
 
Hoy al empezar, parecía que prometía la cosa. El show benéfico anterior arrastró al público asistente que, al oír que empezaba otro de comedia, decidió quedarse a verlo o al menos, a terminar su bebida. Había un número bastante aceptable de gente. Suficiente como para animarse.
 
Hoy éramos dieciséis cómicos. Yo era el número nueve. Público real, digamos unos veintitrés. Total: casi cuarenta personas, siendo generosos.
 
Para el momento de salir yo, sólo quedaban dos personas de ese público real. El resto, sólo cómicos que ya habían visto mi monólogo la noche anterior.
 
Lo que ha pasado a continuación lo podéis ver en el video. Lo he colgado no porque haya hecho una genialidad de repente y haya sido la ostia… no. Lo he colgado para que veáis las cosas que pasan a veces en esta profesión. A veces te toca salir delante de un público serio, otras uno duro, otras uno divertido, participativo, coñazo, simpático, impertinente… y a veces te toca salir a actuar para dos personas.
 
Y hay que salir.
 
Mientras esperaba mi turno, e iba viendo como la gente iba abandonando la sala paulatinamente, a una media de dos personas y media por cómico que terminaba, me preguntaba a mí mismo: “¿Qué necesidad tienes de salir y pasar un mal rato?”
 
No puedo negar que en alguno de esos momentos me rondó por la cabeza no salir. Hubiera sido la primera vez en mi vida. Pero dije: “Coño, ya que estás aquí, que mas te da”. Y salí.
 
Efectivamente, si habéis visto el video, podréis comprobar que no ha sido la actuación de mi vida, ni nada que se le parezca, pero aunque os pueda sorprender, estoy contento. He llegado con una sonrisa al hotel, que me ha hecho sentarme a escribir esto.
 
La cosa fue empeorando, y los cómicos que vinieron detrás de mí, no sólo perdieron a esos dos santos que aguantaron casi hasta el final si no que, para más inri, tuvieron incluso menos de cinco minutos, porque la sala cerraba a las diez., y ya te digo yo que cierra. Los silencios que se han escuchado hoy en el Purple Onion han sido simplemente demoledores.
 
Al acabar el último cómico, y charlando con algunos de ellos a la salida, escuché una frase que un cómico muy famoso de aquí le dijo a uno de ellos un día que tuvo la suerte de poder hablar con él. Al contarle sus miedos y sus dudas, el @comicomuyfamoso le dijo: “No te preocupes, los primeros mil bolos, no cuentan”.
 
Entonces me dí cuenta de la suerte que tengo, de la oportunidad tan grande que me brinda esta profesión, este negocio o como se llame, de no acomodarme, de no relajarme. De poder empezar de cero todos los días.
 
Todos queremos ser grandes (somos artistas, somos vanidosos, no nos engañemos) Y yo el primero. Lo que pasa es que hoy, me ha dado por pensar que para llegar a ser grande alguna vez, hay que ser un poquito pequeño todos los días. Y eso me ha hecho sonreír.
 
Mañana me alquilo una bici y me cruzo el Golden Gate.
 
Ahí os dejo eso.
 
P.D. No soy mucho de dar consejos pero hoy os quiero dar uno:
 
        “Si venís alguna vez a San Francisco, traerse un rebequita”.
 
Me voy a tomar un Frenadol.
 
Buenas noches. Buenos días.

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