viernes, 16 de marzo de 2012

El Bló (06 - 09 - 2011)

Cuando era más jóven escribía mis cosas. Empecé en mi cuaderno de Latín de tercero de BUP por la parte de atrás y viendo que me gustaba le compré su propio cuaderno, que cuidaba como oro en paño.
 
            No era un diario. Escribía cuando me daba la gana. Cuando me lo pedía el cuerpo. Cuando lo necesitaba. Me acompañó varios años. Prácticamente hasta que acabé la carrera. (Arte dramático es una carrera. Tengo un título de la Señorita Pepis, pero es una carrera) Llené casi tres cuadernos de cosas. Cositas mías.
 
            Por una razón que no sabría explicar dejé de escribir radicalmente. Ni una palabra. Cero.
 
            Tampoco supuso un trauma. Simplemente, dejé de escribir en mi cuaderno. En ocasiones, cuando recordaba que llevaba mucho tiempo sin escribir me sentía un poco mal, pero se me pasaba enseguida.
 
Puede que pensara que eso de escribir era cosa de niños, y yo ya me había hecho mayor, por eso no escribía. El caso es que no tenía esa necesidad de refugiarme en mi cuaderno.
 
            Es curioso que dejara de escribir cuando empecé a trabajar como actor. Fíjate: dejé de escribir cuando empecé a tener público. Eso me hace pensar que mi cuaderno para mí, era mi público. Mi privadísimo público al que yo le contaba mis secretos.
 
            Aproximadamente por esas fechas dejé de contar chistes. Yo contaba chistes. Me sabía muchos. Y dejé de contar chistes cuando empecé a actuar. A veces he llegado a pensar que contaba chistes porque necesitaba público que me riera. Cuando empecé a tenerlo, dejé de contarlos.
 
            Recapitulando: cuando empecé a tener público dejé de escribir en mi cuaderno y de contar chistes.
 
            Mis pensamientos se fueron convirtiendo en canciones (privadas también) y luego en monólogos, esos ya, menos privados.
 
            El caso, es que aquí en Nueva York, a punto de hacer la maleta y dar por finalizada esta aventura, me he puesto a leer esto que he escrito en este viaje, en este blog, y me he acordado de mi cuaderno. Y me he dado cuenta de que, después de casi quince años he vuelto a escribir. He vuelto a sentir esa necesidad. Curiosamente he pasado del bloc al blog. (Porque yo no se tú, pero pa mí un cuaderno ha sido un bloc de toda la vida. Para ser más exactos: un bló, porque lo de “bloc” me lo he inventado e igual la he cagado, era para parecer mas “fino”. ) He pasado del bloc privado al blog público.
 
            Pues me he acordado de mi bló de latín y quería escribir algo para despedirme.
 
Algo así, a modo de resumen pero… ¿pa qué? Creo que ya lo he hecho.
 
A escasas horas de coger el avión de vuelta a casa no creo que sea el momento de sacar conclusiones. No creo incluso que pueda. Estas seis semanas se me han pasado…
 
No, no se me han pasado volando, la verdad. Me han ido llegando y las he ido viviendo. Me daré cuenta de lo que han sido cuando vuelva, cuando vea las fotos… E igual le saco algún significado.
 
            No te creas que estaba en el mejor momento para hacer este viaje, porque estaba muy cansado. Y este viaje ha sido lo que quieras, menos descansadito.
 
            Lo que si se positivamente es que lo tenía que hacer, y hecho está. Ya descansaré más adelante, cuando tenga un hueco. Ya sacaré las conclusiones otro día, en mi patio, en mi piano, en mi cuaderno, en mi blocgggg.
 
            No se si volveré a escribir más de esta manera, pero me da igual. Estoy contento por haberlo hecho, por haber venido y tengo muchas muchas ganas de volver y hacer cosas. De hacer cosas nuevas, de empezar cosas nuevas y, ¿pa qué nos vamos a engañar? Tengo muchas ganas de que las veáis.
 
            Tengo, como dije en una de las cartas anteriores (lo de llamarlo “entradas” me suena fatal) ganas de equivocarme. Pero antes de equivocarme, haré The Hole.
 
Y ya que he empezado citando a Sabina, para terminar quiero dejaros con unos versos que no recuerdo muy bien de quien son que reflejan la belleza de mi pensamiento en estos momentos:
 
Ensaladilla, solomillo al whisky, carne con tomate, carne al toro, pincho de tortilla, almondigas en sarsa, calamares fritos, choco, cazón, puntillitas, almejas, mejillones, gazpacho, papa con choco, cruzcampo fresquita y vámonos que nos vamo.
 
Buenos días, buenas noches. Y hasta pronto.
 
P.D.
 
¿Me pone una mijita más de pan, picha?

Las cosas como son (31 - 08 - 2011)

Recibí una queja de una chica por mi última entrada.
 
Al parecer americana española, o viceversa. O algo parecido.
 
El caso es que no le sentó bien que criticara el asunto del dinero en este país.
 
Creo que lo que más le molestó fue la parte que decía: “Ahí tienen la base de la economía de este país. Y no tengo ni puta idea de economía, pero se que en este país te despluman a cada paso”.
 
De una manera no muy velada les llamé ladrones, y no me parece justo.
 
A lo mejor es esa manía de decirte los precios sin tasas, y luego la tasa, y luego la propina… A lo mejor es igual que en todas partes y aquí lo notas de una manera distinta, a lo mejor me estoy volviendo un agarrao… Pero ese no es el motivo de esta carta.
 
Puedo seguir pensando más o menos lo mismo que el otro día, con matices, pero no me parece justo dar esa única visión de este país, cuando siempre me ha tratado tan bien. No está bien.
 
Yo estudié aquí un año, 2º de Bachillerato (con lo bonito que quedaba decir COU) y fue uno de los años más importantes de mi vida. Pase un año maravilloso e hice unos amigos para siempre. La prueba está en que acabo de volver para reencontrarme con ellos y me han tratado como si no hubiera pasado el tiempo. Ha sido tan bonito volver a verlos. Me hicieron sentir realmente en casa. Otra vez.
 
En estos veinte años desde que volví a España, a pesar de no estar de acuerdo con la política de este país, y estar por supuesto en contra de cualquier tipo de guerra, admito que me sentaba mal cada vez que oía a alguien hablar mal de los americanos.
Sentía que se estaban metiendo con mis amigos. Con esa gente que me trató tan bien.
 
Al igual que siempre he dicho que no por ser de Cádiz hay que ser gracioso, no por ser americano vas a ser responsable de la muerte de niños iraquíes.
 
No quería con mi anterior carta desaconsejar la visita a este país. Todo lo contrario. Llevo aquí más de un mes y lo flipo como un niño chico. Es un país alucinante con miles de cosas que ver y que visitar. Ayer, volando de Las Vegas a Nueva York, no pude despegar la mirada de la ventana durante horas. Que espectáculo.
 
Y sí creo que se puede venir de visita con poco dinero (o con no mucho). En San Francisco, el grupo de españoles que me encontré se habían conocido por Internet, en una página de viajeros solitarios que buscan compañía y se juntaron para hacerlo. Estoy seguro que les salió mucho más barato que a mí. Yo igual he venido demasiado despreocupado y claro, pasa lo que pasa. Si vienes concienciado para no gastar mucho, puedes hacerlo. Pero si te gusta ir de compras, quema la tarjeta porque esto es el paraíso. Te lo quieres comprar todo. Son buenos haciéndote gastar dinero. Veámoslo de esta forma.
 
En resumen, que sigo pensando que aquí el dinero se mira de una manera diferente, pero sería injusto e incierto dar la impresión de que este país no me gusta y que me lo estoy pasando mal.
 
Viajen mucho, saquen sus propias conclusiones y no juzguen a un país entero por sus dirigentes, porque entonces el resto del mundo nos podría juzgar en base a Zapatero o Rajoy.
 
Eso ha dolío ¿eh?
 
Pues ahí lo dejo.
 
Buenas dias, buenas tardes… ¿yo que sé ya?
 
 
 
P.D. Nueva York tiene un color especial, como dijo el poeta.
 
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Money money money (27 - 08 - 2011)

Yo ya lo sabía, lo sabe todo el mundo, pero vivirlo es impresionante.
 
La historia del dinero en este país es increíble. O mucho peor: creíble.
 
Uno está en Estados Unidos y siente claramente, puede sentir físicamente como el dinero se te derrama a borbotones por los bolsillos, como se te escurre entre los dedos, como se escapa ante tu impávida mirada sin que puedas hacer nada por retenerlo.
 
Ayer tuve que mirar dos veces un billete de dólar porque me pareció que George Washington me sacaba la lengua. Efectivamente, me la sacó. Se rió. Y se fue.
 
Creo que en cuanto cruzas la aduana, al pasar por los rayos x gigantes, sin que te des cuenta te instalan un contador en el cerebro. Mejor dicho un descontador, porque yo puedo ver perfectamente cuando cierro los ojos como una especie de marcador con todo mi dinero va contando en manera descendente. Como el que tenía Terminator, pero menos sofisticado.
 
Y a cada paso que doy el descontador va bajando, y bajando, y bajando. Y lo peor de todo: puedo escuchar perfectamente el ruidito de una maquina registradora que hace: “Clin clin, clin clin”… Agobiante.
 
No es que todo sea caro, hay de todo. Es difícil de explicar.
 
¡Es que te sacan dinero por todo, por todos lados! Cuando ya crees que has pagado, vienen las tasas, después el suplemento, y luego el recargo y el plus,  la multa, y la donación, la petición… y para rematarlo: la propina.
 
Y me estoy sacando un tema que me subleva, que puede conmigo. La propina. Mis amigos españoles que viven aquí dicen que te acabas acostumbrando y lo ves normal, pero a mi no me termina de convencer el argumento.
 
Para el que no lo sepa, aquí la propina es prácticamente obligatoria. Creo que estás “obligado”, (y lo entrecomillo porque no te la pueden exigir, pero viene en el ticket con su apartado para que lo rellenes) a dejar un 15% como mínimo de la factura en propina. Y encima te hacen calcular, que es lo peor. Menos mal que tengo I phone.
 
Por eso los camareros aquí son todos tan amables, porque se están jugando el sueldo. Y digo el sueldo porque, en su defensa diré que cobran tan poco que si no es por las propinas no podrían vivir. Pero ahí está lo jodido del asunto: es el empresario el que te la está metiendo. Se está forrando, no les paga un duro a sus trabajadores y hace que su sueldo salga de tu bolsillo. Muy inteligente. Ahí tienen la base de la economía de este país. Y no tengo ni puta idea de economía, pero se que en este país te despluman a cada paso.
 
Esto en teoría es para los camareros, pero todo el que puede se sube al carro. Todo el mundo acepta propinas. El guía turístico, el vendedor ambulante… todos aceptan propinas sin sonrojarse. Y muchos de ellos no sólo las aceptan, si no que las quedan directamente. Te las roban con mucho tacto. Les estoy hablando de los taxistas.
 
En San Francisco el taxi marcaba una noche 18 dólares. Le dí un billete de 20, se lo guardó en la cartera y dijo: “It’s OK”, que para el que no sepa inglés quiere decir: “Bueno, rácano español de mierda, me voy a quedar con dos dólares como miserable propina y da las gracias que es muy tarde y no te saco a patadas del taxi”
 
A lo que yo, envalentonado y lleno de ira contesté: “Ahá…” Y me subí a la habitación
 
Venga un ejemplo simple pero que puede ilustrar con claridad la mentalidad de esta sociedad con respecto al dinero:
 
Mientras estaba en mi antiguo pueblo en Kansas con mis antiguos compañeros de clase, al hijo de un amigo le tocó un gorro muy chulo en la feria. Me acerqué a él y le dije: “Qué gorro más chulo, ¿me lo regalas?”
 
Una pregunta sin maldad. Evidentemente no quería quedarme el gorro del pobre muchacho.
 
Un niño español me hubiera contestado directamente “¡NO!” y se hubiera ido.
 
Pero el hijo de mi amigo se paró, me miró y me dijo:
 
 “SI. Por cinco dólares”
 
Ahí lo tienen. Que nadie se sorprenda si a este país le van bien las cosas. Si no se lo gastaran todo en guerras sería todos millonarios.
 
Esa tontería que tenemos muchos de que nos da “cosa” pedir el dinero… aquí no la tienen. Aquí te lo piden sin problema, y por adelantado. Y los admiro por eso. Si yo fuera así… Me voy a callar.
 
Si vienes de vacaciones, mejor será que te resignes, te presignes o te indignes y sepas que el dinero con el que viniste se te va a acabar y mucho antes de lo que pensabas. Pero bueno, estás de vacaciones y una vez es una vez y… bla bla bla bla.
 
Pero si te quedas aquí a vivir, si tienes pensamiento de venirte a vivir aquí, te tienes que poner las pilas para conseguir dinero como sea porque si no estás muerto, y literalmente. Si no tienes dinero es este país, no puedes hacer nada, ni siquiera ponerte enfermo.
 
Eso mucho menos. Y no me voy a poner ahora a hablar de la sanidad aquí porque sería muy largo, pero acabaré con una anécdota verídica que me contaron el otro día y que lo resume todo:
 
Un señor de escasos recursos económicos, carpintero de profesión, sufre la desgracia de cortarse dos dedos de la mano derecha: índice y anular. Presto y manteniendo la calma recoge sus dedos, les sopla para quitarle el serrín y se los lleva corriendo al hospital, sabedor de que hoy en día el avance de la medicina, hará posible que vuelva a disfrutar de ellos tras una operación no muy complicada.
 
A su llegada al hospital los médicos le informan de que su seguro médico sólo cubrirá la operación de un solo dedo. Si quiere que le coloquen el otro, deberá desembolsar una cantidad de la que evidentemente, el señor carpintero no dispone.
 
Por lo que se ve obligado a elegir entre uno de los dos: índice o anular.
 
No sé exactamente cual eligió, pero yo hubiera elegido el anular. Siempre te quedaría el consuelo de mandarlos a tomar por culo cuando salieras del hospital.
 
Buenos días. Buenas noches.
 
P.D. - Y dicho esto, mañana mismo me voy a Las Vegas.
 
P.D. 2 - From lost, to the river.

¿Falta mucho? (21 - 08 - 2011)

“Te gusta la velocidad mi querido vecino
 
Pero la confundes con el tocino con extraña facilidad
 
Te gusta la velocidad y también el rock & roll
 
Pero te sumerges en alcohol y te mientes la verdad”
 
 
No, no tengo ningún problema con el alcohol, de momento.
 
Así empieza una canción que nunca he terminado.
 
Igual nunca la termino, igual nunca llega a ser canción.
 
 
Pero eso no me preocupa demasiado.
 
Lo de la canción, digo.
 
Lo del alcohol tampoco.
 
Lo de la prisa un poco.
 
El asunto de la prisa me persigue desde hace tiempo.
 
 
Me acompaña, me camina, me pone a prueba.
 
A veces se me presenta disfrazada de impaciencia,
 
y hace que me salte los semáforos.
 
Nunca me ha podido del todo, pero a veces…
 
Un día de estos me pilla un coche, o un autobús, o yo mismo…
 
 
“Más vale perder un minuto en la vida, que la vida en un minuto”
 
Solía decirme otra ex cuando la llevaba a su casa en moto.
 
 
Si, tengo muchas EX.
 
Tengo hasta en mi nombre…
 
Debe ser mi sino.
 
 
El caso es que en realidad creo que llevo no muy mal lo de la prisa.
 
Es un mano a mano diario, o semanal, o menstrual, que me entretiene y me distrae.
  
Me distrae.
 
Me freno y acelero, me freno y acelero…
 
Me detengo.
 
Me multo, me pago y prosigo.
 
A veces me tengo que quitar las gafas de fin porque no veo bien el principio.
 
Y me doy cuenta que en medio lo veo todo mucho más claro. Y me lo paso mejor
 
 
“Decelera, decelera, párate los pies”
 
Así continua la canción.
 
Es un rock & roll
 
¿Una canción sobre la prisa debería ser una canción lenta?
 
¿Es un rock sobre la prisa una contradicción?
 
¿A que huelen las putas nubes?
 
 
A veces me doy cuenta de lo bien que me lo pasé en un sitio cuando veo las fotos.
 
Eso creo que es multable, punible, lamentable… ¿Por qué hablo en bable?
 
Que alguien me eche un cable.
 
 
Que alguien me eche un cable y me ancle, aunque sea un ratito.
 
Un ratito en el muelle, hasta que suba la marea.
 
Y nos acabamos la cervecita tranquilamente, ¿vale?
 
 
Y entonces nos vamos, y por el camino vamos recordando lo bien que lo pasamos,
 
ese ratito tan bueno que echamos, aquel día que no hicimos nada.
 
 
ATENCIÓN: La frase que va a leer usted a continuación no procede de mis dedos,
 
si no de mis oídos:
 
“No corras, ve despacio, que a donde tienes que llegar… Es a ti mismo”.
 
Me parecía que venía al pelo.
 
To the hair, que dirían por aquí.
 
Pues eso.
 
Buenas noches. Buenos días
 
 
P.D. ¿Falta mucho? ¿Falta mucho? ¿Falta mucho? ¿Falta mucho? ¿Falta mucho? ¿Falta mucho? ¿Falta mucho? ¿Falta mucho? ¿Falta mucho? ¿Falta mucho? ¿Falta mucho? ¿Falta mucho? ¿Falta mucho? ¿Falta mucho? ¿Falta mucho? ¿Falta mucho? ¿Falta mucho? ¿Falta mucho? ¿Falta mucho? ¿Falta mucho? ¿Falta mucho? ¿Falta mucho? ¿Falta mucho? ¿Falta mucho? ¿Falta mucho? ¿Falta mucho? ¿Falta mucho? ¿Falta mucho? ¿Falta mucho? ¿Falta mucho? ¿Falta mucho? ¿Falta mucho? ¿Falta mucho? ¿Falta mucho? ¿Falta mucho? ¿Falta mucho? ¿Falta mucho? ¿Falta mucho? ¿Falta mucho? ¿Falta mucho? ¿Falta mucho? ¿Falta mucho? ¿Falta mucho? ¿Falta mucho? ¿Falta mucho? ¿Falta mucho? ¿Falta mucho? ¿Falta mucho? ¿Falta mucho? ¿Falta mucho? ¿Falta mucho? ¿Falta mucho? ¿Falta mucho? ¿Falta mucho? ¿Falta mucho? ¿Falta mucho? ¿Falta mucho? ¿Falta mucho? ¿Falta mucho? ¿Falta mucho? ¿Falta mucho? ¿Falta mucho? ¿Falta mucho? ¿Falta mucho? ¿Falta mucho? ¿Falta mucho? ¿Falta mucho? ¿Falta mucho? ¿Falta mucho?...
 
Jo macho

Sin ánimos de ofenderme (18 - 08 - 2011)

Me Aburro.
 
Últimamente ya, me aburro.
 
Yo, a mí mismo.
 
Me aburro
 
Como espectador cotidiano de mi mismo, me aburro soberanamente.
 
Como público soberano y con desgana, me aburro como una ostra tibetana.
 
Porque ya me he pillado el truco.
 
Mejor dicho los trucos.
 
Soy un mago de pocos trucos.
 
Un charlatán que va de feria en feria contando sus cuatro cuentos.
 
Y que una vez que los cuenta, salda la cuenta y pide la cuenta.
 
Y nadie parece darse cuenta.
 
Pero yo si.
 
Yo te los he pillado, y ya no me divierto. Ya no me diviertes.
 
Tres bromas, cuatro canciones, cinco recetas…
 
Ya me las conozco todas.
 
Y me aburren.
 
Y me lo digo con cariño, no te enfades contigo.
 
Pero es que ya, va llegando la hora de cambiar de trucos.
 
De desacomodarte de tu comodísima cómoda
 
Y sentarte derecho, con forma de cuatro, con dedos de gato, con ojos cegatos.
 
Ya va siendo hora de que me sorprendas, de que te arriesgues, de que me equivoque.
 
De que se acepten sugerencias, urgencias, paciencias.
 
 
Tengo ganas de que vuelvas de vacaciones
 
Tengo muchas ganas de desaprender, para volver a aprender.
 
Tengo ganas de lavar la ropa, y subir a tender.
 
Tengo ganas de caerme, de arrepentirme, de demostrarme y de levantarme.
 
Tengo ganas, de emborracharme, de conducirme, de detenerme y de cachearme.  
 
Tengo ganas de equivocarme.
 
Tengo ganas
 
Buenas noches. Buenos días.
 
 
 
P.D. Mamá, ve friendo las papa que voy pa allá.

Ser indeciso es una putada ¿O no? (15 - 08 - 2011)

Estación de tren. Hora punta. La gente desplaza sus maletas con prisa. Unos corren, otros hablan, nadie se mira. Ruidos, megafonia. Unos llegan, otros se despiden. Besos, risas, llantos...
 
Justo en medio de la estación un ser inmóvil, impávido, absorto entre las masas. La mirada perdida, el gesto torcido, como si le acabaran de dar una mala noticia. En cualquier momento alguien se le acerca, le empuja y le dice: ¿que haces ahí parado imbécil?
 
Ni se inmuta, ni se mueve  En su interior una duda le paraliza. Una duda le perturba. Una duda vital:
 
"¿Cojo el tren de las ocho o el de las nueve?
 
Ahí me tienen señoras y señores: ese imbécil soy yo.
 
Yo y mis indecisiones.
 
Si cojo el de las ocho llego antes, pero tengo que correr.
 
Si cojo el de las nueve voy más tranquilo, me puedo tomar algo mejor aquí que la mierda de bocata del tren...
 
Nunca sabes si la decisión que vas a tomar es la correcta.
 
Y una vez que la tomas, piensas que tenías que haber tomado la otra.
 
Restaurante, casa de comidas. Todos han pedido. Sólo quedo yo. El camarero me clava la mirada: "¿Ya sabe lo que va a pedir?"
 
¡¡Diosssssss!!, ¿no podría pararse el mundo unos minutos?
 
¡¡¡No se si quiero la ensalada o la hamburguesa!!!
 
La ensalada me sentaría mejor para cenar, pero la hamburguesa tiene una pinta...
 
¿Tu que te has pedío?
 
“Vuelvo enseguida y me lo dice, voy trayendo las bebidas”
 
¡¡¡No te vayas!!!  La... hambur... la Ensa... la ham...
 
“¡¡¡Pide ya coño!!!”
 
¡¡¡LamburLaensalada!!!
 
(Me tenía que haber pedido la hamburguesa).
 
¿Justo a mí me tenía que tocar ser como yo?
 
Este tipo de viaje, así improvisado, de la noche a la mañana, sin billete de vuelta, es más recomendable para millonarios.
 
¿Cómo se me ocurre a mí meterme en algo así?
 
    Con estos antecedentes imagínenme a punto de sacar un billete con destino a Kansas, y ya que estamos a San Francisco, y como me pilla de paso Los Angeles, y ya que estamos Las Vegas, y antes de volverme me paso por Nueva York, que me han dicho que se está muy bien por allí y ya vuelvo cuando me apetezca...
 
   Con el billete comprado, el pasaporte renovado y la cabeza en el avión me llaman para una serie nueva de Antena Cinco, como decía Lola Flores.
 
   Eso no se le hace a un indeciso. Si me cuesta trabajo elegir entre la ensalada o la hamburguesa, imagínense las veinticuatro horas que pasé...
 
Pues aquí me tienen, con San Francisco a mis espaldas, y un billete para mañana a la ciudad de las estrellas.
 
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¿He hecho bien o mal? ¿He perdido la oportunidad de mi vida, o la estoy aprovechando?
 
Cuando tenía 17 años escribí esta frase en mi cuaderno de Latín:
 
“Nunca pienses que no haces lo correcto”
 
     Yo no se si era un inconsciente o si era siete veces más maduro de lo que soy ahora.
 
    El otro día, mientras me dirigía a Chinatown pensando que tendría que haberme ido a Haight Street, caminaba sin rumbo, con la mirada perdida, con la misma cara del imbécil de la estación, y llegué al barrio italiano.
 
    Mientras seguía adelante hacia el puerto, pensando que tendría que haber cogido el autobús a Sausalito, me tropecé con esta tienda...
 
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Creo que no dejé de sonreír en la hora y pico que pasé mirándolo todo, queriendo comprarlo todo.
 
Sólo compré una cosa, una cosa que me abrió la puerta a mi próximo espectáculo. (aunque había otra que también me gustaba mucho... me tendría que haber comprado esa...)
 
Cuando salí de la tienda satisfecho, exultante, creyendo en la magia, me dirigía hacia el puerto y ví una torre. Estaba en lo alto de una de estas famosas cuestas de esta ciudad.
 
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Aunque no estaba en mis planes (¿qué planes?), me dirigí hacía ella. A mitad de camino pensé que ya estaba bien, que ya la había visto, pero decidí llegar al final.
 
Al llegar, un grupo de españoles me recibió con una sonrisa, y me fui con ellos a tomar algo. Nunca me ha alegrado tanto que me pidan una foto. Con ellos llegué al puerto. Me terminaron de alegrar el día. Ya no estaba solo. Ya no estaba equivocado.
 
¿Qué era mejor, el de las ocho o el de las nueve, el viaje o la serie, Chinatown o Haight Street…?
 
Posiblemente ninguna. Probablemente todas.
 
Nunca lo sabré, porque hice mi elección.
 
O a lo mejor si lo sé, porque hice mi elección.
 
Si no dejo que me pasen las cosas, nunca me pasará nada.
 
Y de eso si me alegro, de que me pasen cosas.
 
Y no todas las cosas que me pasen van ser buenas.
 
Me odio, no me soporto, pero en el fondo no me caigo tan mal, porque al fin y al cabo, dejo que me pasen cosas.
 
No creo que nunca solucione el tema de las indecisiones. Es más, tiene pinta de ir a peor. Pero no me quedo en mi casa, sin saber lo que pasaría si no lo hiciera.
 
Tardo, sufro, me detesto, pero tomo decisiones, y me pasan cosas.
 
Y algunas veces, son maravillosas.
 
Buenas noches. Buenos días.
 
 
 
P.D. La ensalada estaba asquerosa.